miércoles, 24 de febrero de 2010

Lágrimas de sangre (I)

Rompió a llorar. ¿Por qué la vida tenía que ser tan injusta? Ella sólo quería ser feliz. Y sin embargo…

Miró sus manos llenas de sangre. Se preguntó en qué momento de su vida había pasado de ser una aplicada estudiante de secundaria a ser una asesina.

Echó un vistazo a su alrededor. Su casa, vacía y oscura, rezumaba una paz que hacía mucho que no sentía. Observó el cuchillo ensangrentado, que yacía bajo el sofá. De nuevo se preguntó cómo había pasado.

No recordaba haber sentido nada. Ni odio, ni dolor, ni rabia… No… Solo una fuerte determinación y la seguridad de saber que estaba haciendo lo correcto.

Lo correcto… ¿Cómo sabía la gente lo que era correcto? ¿Cómo podía saber ella si estaba bien lo que había hecho?

Fue al cuarto de baño, todavía con la cara empapada, se lavó las manos y dejó que la sangre se diluyera y que bajara por las tuberías.

Se encontraba extrañamente serena. Se rió de si misma. Siempre había creído que después de cometer un asesínatelos nervios se exaltaban y se sentían unos remordimientos terribles. Sin embargo ella solo era capaz de sentir esa estúpida seguridad.

Se secó las lagrimas. A lo hecho, pecho, monada. Ya no había remedio. Y esa sensación…

Se acercó a la cocina y abrió el armario. Le apetecía chocolate. Con leche. Como el de su madre. Pero sólo vio de tetrabrick. Bueno, qué diablos. Puesta a ir al infierno, podía beber chocolate de tetrabrick.

Se calentó una taza y se sentó en la silla de la cocina. Recordó cuando empezó todo. El principio del fin. El día D de su infierno particular. El primer golpe. El primer perdón. Hacía ya tres años de eso. Tres años de angustia.

No pudo comprender el por qué. El por qué las sonrisas se habían convertido en burlas, y las caricias en golpes. No pudo comprender por qué el amor se había convertido el odio. Por qué su madre no hacía nada.

Al principio creyó que sería pasajero. Una mala racha en el trabajo, un pequeño problema con la crisis de los cuarenta…

Hasta que olió el alcohol. Recordó también la noche en la que intentó forzarla, las inútiles duplicas de su madre, su intento desesperado se escapar, el refugio en el baño…

Se metió en la bañera, intentando sentirse protegida, padre daba golpes a la puerta, demasiado ebrio para intentar forzar la cerradura. Su madre intentando detenerlo… se estremeció al recordar el golpe sordo que produjo su cuerpo inerte al caer al suelo…

Miró la taza vacía que sostenía en las manos. Esa serenidad… suspiró y se levantó, recorriendo el pasillo. Se miró al espejo y se preguntó qué diferencia había entre ella y la chica que esa misma mañana había sacado un notable en matemáticas.

Avanzó hasta su cuarto. Quería escuchar música. My Chemical Romance, quizás. O Lordi. Algo que la dejara pensar.

Realmente no había sido muy difícil ocultar la situación de su familia a sus compañeros. Sus notas habías mejorado, ya que a menudo se quedaban la biblioteca hasta tarde, haciendo los deberes, estudiando… Cualquier cosa menos estar en su casa.

El iPod comenzó a reproducir aleatoriamente, y los acordes de Would you love a monsterman? empezaron a sonar. Sonrió. Menuda ironía. ¿Amarías a un monstruo?

Su madre sí lo hizo. Vaya si lo hizo. Lo amó demasiado, incluso. Lo amó con un amor enfermizo, que la humillaba y la degeneraba , hundiéndola cada vez más en una miseria de la que no podía salir. “Mamá”, pensó. “¿Por qué no lo hiciste antes? ¿Por qué no tuviste el mismo valor que yo?”

El pop desenfadado de No Way Out sonó en sus oídos y apagó el reproductor. No estaba de humor. Si hubiera sido Dover

Estaba hastiada. Cogió un libro. Los tres mosqueteros. Genial. Sin problemas. Nada de padres violadores en ninguna página. Sólo aventuras, acción, amistad y un poco de amor. En su justa medida.

D’Artagnan… Se sumió durante cinco minutos en la lectura, pero se detuvo al encontrarse con que faltaba una página. Hasta allí había llegado la borrachera de su padre…

Había estado leyendo toda la tarde, esperando a que su madre llegara del mercado. Pero, por un motivo incomprensible para ella, su padre llegó antes. Borracho, para variar. Y ella, envuelta por los sonidos del rock de los Rollings, no lo oyó llegar. Cuando lo vio, se quedó paralizada. El se acercó, aprovechando su inmovilidad, y le quitó el libro de las manos, arrancándole la página que estaba leyendo. Se quedó mirando estupidamente el libro y ella aprovechó para escabullirse. La torpeza de sus miembros le impidieron seguirla mientras bajaba a toda velocidad por las escaleras del edificio. Encontró a su madre en el portal e intentó convencerla para que evitara el encuentro, pero no le hizo caso y, mientras ella se alejaba en dirección al parque, su madre corría al encuentro del monstruo.

Un monstruo… Eso es lo que era, un monstruo… Pero ya no podría herir a nadie más, ya no…

6 comentarios:

  1. Lo prometido es deuda...

    Este es un relato que escribí para un concurso, así que es medianamente decente y mucho más largo que los anteriores, así que iré colgandolo por partes. El próximo día más.

    Siento no poder pasarme por los blogs. Exámenes, trabajos, libros... Supongo que podeis imaginarlo.

    Bye!

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  2. Mola como escribes, así todo cargado de sentimientos y emociones :)
    Te sigo!!

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  3. No creas, cuando te acostumbras a leer ese tipo de cosas, se te acaban haciendo pesados.

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  4. Muchas gracias, Javi, me alegra que te guste mi blog. Cuando pueda me pasaré por el tuyo.

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  5. Mara, no lo había leído, pensaba que hacía mucho que no subías nada, siento el despiste.

    Me gusta :)

    Vaya padre, y pobre hija y mujer, me pondré ahora a leer la segunda, tercera y cuarta parte :)

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  6. Don't worry... Tampoco es que estemos para llevar un seguimiento diario de los blogs... aunque a decir verdad me sentía un poco decaída con la escasez de comentarios

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