-Nadie, no eres nadie
-¿En serio?
-Sí
-¿Y como lo sabes?
-No eres capaz de mirar a la cara a la muerte. Huiste como un cobarde. Y para mí, los cobardes no son nadie.
-Soy un cobarde con dinero, Wilson. Te acordarás de esta.
-Quizás -sonrió-. Quizás.
Le dio la espalda y se marchó andando tranquilamente, dejando trás de sí a Nadie desangrandose en el suelo.