miércoles, 7 de diciembre de 2011

La habitación azul

Ayer entré en su habitación.
Y olía a tristeza.

Las persianas bajadas,
las ventanas cerradas,
la cama hecha,
el armario ordenado.

No había ni rastro de ella,
de su sonrisa,
de su perfume.

Las paredes vacías,
pintadas de un blanco antinatural
(antinatural para ella),
las libros perfectamente colocados en las estanterías.

Ya no era su habitación.
Y, sin embargo, allí seguía.
La foto. Mi foto. Nuestra foto.
Una foto que la furia limpiadora
de una madre desesperada
no había logrado retirar.

Su foto presidía la tristeza.
Esa sonrisa helaba el ambiente.
La chispa de sus ojos hacía estremecer.

Inspiré hondo y bajé la vista.
Olía a tristeza.