martes, 19 de junio de 2012

Bécquer


Me temo que esta vez no traigo nada excesivamente literario, y para más inri no es ni siquiera mío. Esta carta la leí en XLSemanal hace un tiempo, y me impresionó por... No os voy a mentir, siempre he adorado a Bécquer, aunque nunca lo haya mencionado. Y la historia de como su poesía cambió la vida de dos personas me conmovió enormemente. Así que quiero compartirla con vosotros. Por Bécquer.


El profesor abandona, envejecido, el aula. Sobre sus espaldas, 31 años de docencia y otros tantos de conciencia Algunos lo creen funcionario. Él sólo se sabe maestro. Le pesa la burocracia. Y ese alumno que ha perdido el hálito y al que no sabe como ayudar. Se pregunta si su tarea aún sirve. A la salida, un joven matrimonio lo saluda con una cortesía en desuso. Tarda en reconocerlos. Finalmente, los sitúa en un pupitre y en un curso del pasado. Le presentan a su hijo: Gustavo “Por Bécquer…”, dice el padre. “Y por usted”. Y le recuerdan que un día les leyó en clase la rima XXX y que les recordó que el orgullo no debía nunca sajar el amor. Los tres recitan:

Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mis labios una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino; ella, por otro;
pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día?
Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?

“A la salida seguí su consejo”, añade el padre. “Y la llamé. Y ahí lo tiene, a Gustavo”. Al día siguiente, el profesor amaneció rejuvenecido. Había encontrado lo que creía haber perdido: el sentido de un oficio.